La música es un lenguaje universal
Todos los seres humanos tenemos más disposiciones musicales de la que imaginamos. Toda persona es musical. El mundo es musical por naturaleza. La música es un lenguaje que posee componentes universales, que atraviesan todas las fronteras de edad, sexo, raza, religión y nacionalidad. Sus seguidores superan en número a los hablantes de mandarín y todos los demás idiomas. La música se eleva por encima de todos los niveles de ingresos, clases sociales y educación. La música habla a todo el mundo y a todas las especies.
La música es la compañía constante que nos sigue en todo lo que hacemos, pensamos o estamos. La encontramos en la naturaleza una y otra vez en los pájaros y su canto, el agua al caer, la brisa golpeando el vidrio. Sonidos, ciclos de vida y existencia de los seres vivos, reflejados en años, meses, días, estaciones, todo tiene un ritmo, todo tiene un sonido particular, todo tiene una altura específica, todo tiene un tiempo.
Además de las cosas naturales que nos rodean están esos elementos musicales en objetos cotidianos como por ejemplo el sonido del timbre de la puerta que siempre nos interrumpe con un afinado intervalo de tercera ( la-fa) o cada vez que el metro cierra sus puertas nos despide con un arpegio de si bemol mayor y para no ir tan lejos la melodía del reloj despertador que nos despierta cada mañana.
Todos estos ejemplos revelan el gran contacto que tiene la sociedad con la música. Y es que la música a
diferencia con las otras artes (pintura, escultura, cine) se presenta a nosotros así no la estemos buscando: nos interrumpe en nuestro oído, nos invade sin pedir permiso y nos envuelve en su encanto sin poder evitarlo. Nos impone su tiempo y se vuelve uno con quien se lo permite.
La música es la compañía constante que nos sigue en todo lo que hacemos, pensamos o estamos. La encontramos en la naturaleza una y otra vez en los pájaros y su canto, el agua al caer, la brisa golpeando el vidrio. Sonidos, ciclos de vida y existencia de los seres vivos, reflejados en años, meses, días, estaciones, todo tiene un ritmo, todo tiene un sonido particular, todo tiene una altura específica, todo tiene un tiempo.
Además de las cosas naturales que nos rodean están esos elementos musicales en objetos cotidianos como por ejemplo el sonido del timbre de la puerta que siempre nos interrumpe con un afinado intervalo de tercera ( la-fa) o cada vez que el metro cierra sus puertas nos despide con un arpegio de si bemol mayor y para no ir tan lejos la melodía del reloj despertador que nos despierta cada mañana.
Todos estos ejemplos revelan el gran contacto que tiene la sociedad con la música. Y es que la música a
diferencia con las otras artes (pintura, escultura, cine) se presenta a nosotros así no la estemos buscando: nos interrumpe en nuestro oído, nos invade sin pedir permiso y nos envuelve en su encanto sin poder evitarlo. Nos impone su tiempo y se vuelve uno con quien se lo permite.
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